miércoles, 6 de febrero de 2013












Blhoja 080 – Esperita, Delta del Tigre


Despues de tanto trajinar por Europa, lo mejor sería unos días de fresco relax ya que Rosario ardía en ese enero de 2012. Entre búsqueda y búsqueda en pos de un lugar tranquilo recordé aquel paseo por el Delta del Tigre del año anterior y me puse a buscar alojamientos. En su mayoría cabañas, la oferta es enorme. Si bien la zona mas poblada del Delta tiene un cierto transito y la tranquilidad de un pueblito, pensaba que el fin de semana sería un agolpamiento de lanchas y turistas curioseando desde los catamaranes que seguro, romperían la paz del lugar. Necesitaba una zona alejada, menos poblada, menos transitada. 











Y apareció. 





Sin tener la menor idea donde estaba ubicada, decidí no investigar su paradero y llame a Fernando para arreglar la estancia para dos personas por seis días.

Luego de  cuatro horas de viaje en el Rosarino, Terminal Mariano Moreno/Retiro y otros cincuenta minutos en tren Retiro/Tigre, llegamos a la estación fluvial y sacamos pasaje en la lancha colectivo, rumbo al muelle publico del arroyo Esperita.
Y ahí si: El Paraiso.






 El Paraiso con algunas deficiencias con respecto a las de una gran ciudad; aunque si nos remitimos al Paraíso de Adan y Eva, sería imposible acercarlo a este, pues aquellas faltas contemporáneas harían que desechemos por completo la idea de un paraíso para vivir. Este paraíso sincrónico además de ofrecer la pureza de la naturaleza con sus árboles centenarios y sus jóvenes retoños, sus aguas acérrimas y su fauna chirriante venía con una cabañita de madera de unos cinco por cinco, dividida en tres espacios. Uno mayor con una cocina, mesada y heladera; una mesita con cuatro sillas, algún estante y un confortable futón frente a un televisor conectado a DirecTv, reproductor de DVD y un aire acondicionado portátil, estratégicamente ordenados; tres ventanas exhibían el exterior. El mas pequeño, el baño, con una gran ventana al yuyal que se extendia luego de algunos arboles que conformaban una gran cerco junto a las márgenes del arroyito. El dormitorio justo para una cama grande, un colgador y un estante para acomodar la poca ropa acarreada. Un gran ventanal al mismo paisaje que el del baño. El agua no es potable y había que esperar el recambio de bidones (incluido en la tarifa) y al supermercado no se podía ir fácilmente, pero si se lo podía esperar todas las mañanas en el muelle público.


Una barcaza cargada con todo (o casi todo) lo que un terrenal puede demandar para satisfacer sus necesidades básicas. La lancha-colectivo pasa cada hora aproximadamente y con ella se podía llegar al El Tigre donde la pequeña ciudad ofrece sus atractivos.

Remar, nadar. Caminar. Mucha lectura y horas acostado en la hamaca paraguaya observando, pensando en cosas vagas, disfrutando el sonido de la naturaleza raramente invadido por alguna lancha. Muy de vez en cuando una voz ajena se hacía escuchar desde algún  lugar incierto. Ni el sol abrasante del mediodía ni la lluvia refrescante que a veces no pretendía parar, hacían mella sobre el estado de relax, casi total que logre adquirir por esos días. Ni siquiera los mosquitos, no porque los haya soportado, sino porque la provisión de off y pastillas raid que incluí en el equipaje me aislaron de ellos sin violencia, ni de parte de los susodichos, ni la mia. Ellos con su cuerpecillo intacto y yo con el mío san ronchas.


                          








En fin, el Paraiso añorado no sería tal, sin los implementos y elementos con los que nos adecuamos a nuestra época. Desconectando el celular y sin llevar la notebook puede estar al alcance de todos.









No hay comentarios:

Publicar un comentario

PACHACUTEC

PACHACUTEC

ARGENTINA ES TU MUNDO. DATE UNA VUELTA

A TREINTA Y CUATRO AÑOS DE MALVINAS

115 NIETOS RECUPERADOS

SOLO VOS