viernes, 16 de abril de 2010











Blhoja 025 . CHILE 2000 – PUNTA ARENAS




La mañana estaba lluviosa el día que partimos de Puerto Montt. La forma mas rápida de llegar a Punta Arenas era un vuelo de Lan Chile. Me hubiese gustado salir de aquí en el Navimag que recorría varios puertos y los fiordos chilenos del sur, pero como ya dije, no había pasajes. En bus era imposible ya que hay que cruzar a Bariloche y de esa forma se hace larguísimo y no tenía tanto tiempo. Por lo tanto a las 11 de la mañana nos subimos al Lan en el aeropuerto El Tepual.









Mi anhelo era ver desde el aire el relieve patagónico, principalmente los campos de hielo, pero desgraciadamente todo era gris nube, así que dormí casi las dos horas que dura el vuelo. Ya estábamos llegando cuando se fue despejando y pude al fin deleitarme con esas marcas de tierra y agua que tanto me cautivan. El ver desde el aire el paisaje terrestre me resulta tan atractivo, que estoy todo el viaje mirando por la ventanilla, soy un vouayer topográfico.








Sandy Point (Punta arenosa) como era llamada esta zona en las cartas de navegación inglesa, dio origen al nombre de la ciudad fundada en 1848. Fue un importante puerto al encontrarse en la unión de las navegaciones de los dos océanos, pero perdió su gloria cuando en 1914 se abrió el Canal de Panamá.
Yo pensaba encontrarme con una ciudad “aldeana”, como Puerto Montt o Castro, pero me sorprendió la edificación estilo europea.




Anchas calles, limpias y arboladas, grandes y elegantes edificios en rededor de una pulcra plaza, mucho comercio, mucho movimiento de gente; bancos, tiendas, hoteles; una estatua al navegante que dio nombre al estrecho que baña las costas de la ciudad, otra al cardenal Samoré en agradecimiento a su mediación por la paz entre Argentina y Chile durante el conflicto del Beagle, y un apellido predominante: Menéndez.
En mi ignorancia pre Malvinas, solo sabía que era un terrateniente dueño entre otras, de la estancia María Behety, en Tierra del Fuego, cercana a Río Grande y lugar en el cual yo había estado, junto al batallón, los días anteriores a la recuperación de Malvinas, donde habíamos dormido como ovejitas en los corrales del galpón de esquila mas grande de America del Sur. Luego supe, gracias a Osvaldo Bayer y su ”rebelde Patagonia”, lo que este personaje y parte de su familia, habían llegado a ser y hacer. Una ciudad homenajeando al gran impulsor de su economía en los tiempos primeros del siglo XX, pero también al que pagaba una libra esterlina por un par de testículos o de orejas de aborígenes, logrando así el exterminio de los selk’nam.
Muchos vecinos debemos soportar esos homenajes ciudadanos a estos infames e inescrupulosos villanos legendarios, mientras que verdaderos luchadores populares son olvidados sistemáticamente por la historia oficial.


El hotel de la esquina de la plaza era muy caro para nuestro presupuesto, pero el conserje amablemente nos envío a un Hospedaje a una cuadra hacia arriba. Entramos por un portón de madera a un gran patio techado y al final una puerta y una escalera. La dueña del Hostal del Rey se estaba yendo; con el bolso de las compras en el antebrazo nos llevo a la habitación, y nos mostró: --el baño en frente y la cocina, al lado de la escalera. Siéntanse como en su casa yo me tengo que ir.
En la habitación una cama de dos plazas y una de una. Un enorme y antiguo ropero de dos puertas, una con candado y otra libre para usar. Sobre la cama grande, un retrato de quizás los abuelos o los padres de la señora. El baño, en frente, con un estilo a ciertas películas de Almodóvar, muy kitsch. Una enredadera de plástico unía el espejo con la mesada del lavatorio, este lleno de frascos de perfumes (quizás de recuerdos de pasajeros), jabones y muchos de ellos con cintas y moñitos de colores rodeándolos. Otras plantas del mismo material, ocupaban algunos rincones, una rosada cortina de plástico (seguramente con algún dibujo, no recuerdo), cubría la ducha. Una mesita redonda, de hierro cromado, con vidrio abajo (lleno de “cositas”) y otro vidrio arriba, también lleno de cositas: plantitas, piedritas, frasquitos, barbies. Y el recubrimiento de la tapa del inodoro en color rosado. Una pinturita, hasta daba pena usarlo.


La sorpresa por una ciudad con una extraña belleza , tan alejada del mundo y con una prolijidad sospechosa, principalmente en lo que se llama “el centro”. Me daba la sensación de que me observaban. Persecuta de un prejuicioso, tal vez. Siempre supuse que era un lugar militarizado aunque no recuerdo ver mucho militar por ahí, si edificios relacionados, quizás por ser zona limítrofe y tan desolada. Lo que si, es una gran zona ganadera, principalmente ovina y la industria pesquera, minera, forestal y turística también tienen su relevancia.
Estar frente al Estrecho de Magallanes me despertó recuerdos, gratos y no tanto; pero el estar en ese espacio, fue muy significativo.







Punta Arenas posee una Zona Franca o sea un centro comercial libre de impuestos. En realidad no compare precios ni con Chile, ni con Argentina. En un negocio compramos una Sony Handycam Vision, CCD-TRV75 NTSC, con pantalla LCD para casette Hi8mm. No se si era la mejor, el último modelo o que, pero era una belleza que nadie me la pudo sacar de mi mano ni bien la calce.




En realidad me avergüenzo de las primeras filmaciones que fueron en Punta Arenas, por lo tanto no voy a difundirlas, solo unas pocas fotos tomadas por la pobrecita Cannon OWL AF de 35mm, hasta que se terminó el rollo. Esta es la hacedora de las tomas que vienen ilustrando la mayoría de las blhojas y que seguirán haciéndolo por unas cuantas mas, pero hasta aquí “¡LA FOTO YA FUE!”










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