viernes, 23 de julio de 2010












Blhoja 033 – BARILOCHE 2001


Llegamos a la agencia de viajes estudiantil y el regalo que me dio mi prima “la Chela” se transformó en dos estadías por cinco días en San Carlos de Bariloche, pagando los pasajes del micro que ellos disponían, salíamos el 26 de mayo.
Salimos y mal. Antes de los doscientos kilómetros, el micro empezó a demostrar por dentro lo que parecía por fuera: un cachivache. Primero fue una correa en medio de la noche; en General Pico nuevamente el vehiculo que se detuvo y tuvimos que esperar unas horas a que se despertara el mecánico y viniera a socorrernos. Seguimos hasta muy cerca de Bariloche donde nuevamente paso por un mecánico. El viaje que generalmente lleva veintidós horas se extendió a mas de treinta, asi que llegamos a la hora de la cena y nos fuimos a dormir. Mas que por cansancio por bronca. Toda la angustia del viaje en un carromato que no se sabía si llegaba a destino y para colmo cuando llegamos llovía a mares, que mejor que ir a dormir y soñar con una buena mañana de lunes.


Y así fue. El lunes barilochense nos recibió con mucho sol y mucho viento, pero lo importante era el sol. Durante la mañana un recorrido por la ciudad a la espera de la tarde para recorrer el Circuito Chico, con sus bosques, montañas y lagos.

En los días siguientes vinieron el Circuito Grande, con su Valle Encantado, la Villa Traful y terminar en Villa la Angostura.






El día libre lo tomamos para la aventura. En un grupo de nueve compañeros ocasionales nos subimos a dos 4 x 4 y partimos al Cerro López. El comienzo fue soleado, pero poco a poco mientras subíamos, el cielo se oscurecía más y nuestra estabilidad, en los asientos traseros ubicados paralelos a las ventanillas, se hacía mas y mas complicada. Es que el camino es sinuoso y por momentos se transforma en huella, salta troncos caídos y pasa por riachos de deshielo. A mitad del recorrido, en un descanso, disfrutamos de una espectacular panorámica bajo una intensa nevada que blanqueaba el paisaje y ahí estaba el infaltable fotógrafo, a la expectativa, pendiente de la llegada de los “aventureros” para la postal del recuerdo, y si, como no complacerlo.


El resto fue sorpresa, seguimos subiendo hasta que nuestra camioneta se clavo con las ruedas delanteras en un corte en el camino que el agua de deshielo fue profundizando. No se si fue un show preparado pero estuvo bueno. Luego de un largo rato de trabajo con palas, troncos y piedras en las ruedas, lograron sacar la camioneta que en cada embestida se hundía mas, al fin entre gritos y vítores de alegría seguimos el camino hasta que no recuerdo cual fue la excusa, debimos continuar a pie. En el medio del bosque, un poco oscuro y la nieve cayendo significativamente, esa caminata era como una excursión, por la selva virgen, de los primeros aventureros que osaron internarse en busca de una civilización perdida o simplemente de algún lugar para instalarse y vivir tranquilos por el resto de sus vidas.

Este aventurero llevaba una cámara filmadora para plasmar ese descubrimiento hasta que de pronto la osadía terminó cuando por una curva aparecieron las 4 x 4 y nos refugiamos al fin, en el no tan cómodo reducto ya conocido, amparados por la tibieza de la calefacción.














Después vino la Isla Victoria y los bosques de arrayanes navegando por el Nahuel Huapi rodeado de montañas con su espectacular fuerza natural que aunque no quieras te cambia algo de la vida.

Por suerte siempre que viajo quiero que me cambie algo… dejo que me cambie algo.
















2 comentarios:

  1. Hola Eduardo!!

    Qué fotografías más bonitas... Dan ganas de dejarolo todo e irse para allá.

    Un saludo y felicidades por el blog.

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  2. Gracias Helena!
    Venite nomas que esta maravilla te esta esperando.

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