domingo, 15 de noviembre de 2009












Blhoja 004. EL VIAJE INOLVIDABLE, primera parte.


El viernes era el mejor día.

Llegábamos los lunes por la mañana, generalmente nos llevaba algún padre y vivíamos en la escuela hasta el viernes al medio día. No era lo mejor, pero no estaba tan mal. Era una escuela técnica para varones. Por la mañana teníamos taller, menos los viernes. Y por la tarde clases teóricas de ciclo básico. Salvo los viernes, que por la mañana teníamos las clases y por la tarde educación física hasta las quince. Así que, almorzábamos y nos íbamos caminando hasta el club chañarense (veinte cuadras). No me gustaba ningún tipo de deporte, pero corría bastante rápido y saltaba bastante lejos, como para que alcance para la nota… y a las tres de la tarde… salíamos todos corriendo para llegar primeros a la ruta y comenzaba la aventura. Por eso era el mejor día, íbamos a hacer dedo…
Unos para un lado, otros para el otro; la mayoría partíamos para el mismo lado, así que esperaba a que despeje de alumnos cargados de bolsos y con el viento en la cara… o detrás, esperar a ese tipo que nos lleve por las rutas argentinas hasta… Godeken. 35 km. No era mucho, pero… hacía a la aventura. En esa época me conformaba con poco…Terminó el tercer año. O me quedaba y hacía un año mas y me recibía de auxiliar técnico o me iba a estudiar a Rosario por 4 años mas. No dude mucho en elegir mi destino.


Rosario no resulto ser la mejor elección, pero la experiencia fue interesante. Tenía que laburar por la mañana y a la noche la escuela: no era vida!
A fines del ochenta dije basta, aquí me planto y a pesar de las lágrimas de mi vieja, repitiendo el cuarto año, volví al pueblo a esperar a que me sorteen para la colimba.
Número alto, novecientos y pico. Marina. La alegría me desbordaba. Marina = viajes.
Poco tiempo atrás, el hijo de “la” Ema (amiga de mi vieja y tía de una parte de mis primos) había vuelto de la colimba y ella orgullosa mostraba los obsequios que “el” Ricardo trajo de San Francisco. Si, San Francisco, la del norte, la de los EEUU. Lo subieron en algún buque de la marina y a recorrer América.
Esa noticia era fabulosa… yo en algún barco viajando por el mundo, o… mejor, la Antártida. Era el gran sueño. El continente blanco.
Y sino me conformaba con cualquier otro destino, no había ningún problema.



Creo que era cerca del mediodía cuando el tren partió de la estación Rosario Norte. Mi único equipaje eran dos revistas: una “SexHumor” y una “Humor y Juegos”.
No hacía mucho tiempo que mi primo Miguel me había hablado de una revista político/humorista llamada “Humor Registrado”. Fue mi primer contacto directo con la política. Había escuchado hablar de Perón, de Videla y de gente que estaba fuera del país “agitando en contra del mundial de fútbol del 78” y reclamando “derechos humanos”. Si éramos derechos y humanos. Que fea imagen que mostraba esta gente de nuestro querido gauchito, de nuestro querido país…
Lo de Perón fue la pantalla de la tele mostrando la violencia en Ezeiza, y mucho antes un estridente reto de mi vieja cuando puse en el tocadiscos un simple que estaba entre unos discos que me presto mi amiga Nora (la hija de “la” Esperandía), una marcha pegadiza que si alguien de afuera la escuchaba no se que podría pasar…pero nunca me preocupe demasiado por esos temas.
De la nueva revista leía principalmente lo referido a cultura, cine y música (“Las paginas de Gloria” era mi sección preferida). Me devoraba las notas de Paredero y aprendía con Vinelli.

En mi casa no había libros, pero para esa época ya había leído por lo menos cuatro.
Películas había visto unas cuantas mas.

Es que en ese pueblo no había cine, ni biblioteca. El cine lo veíamos en la escuela. Todos los jueves nos llevaban a la Sociedad Italiana de Chañar Ladeado a ver viejas películas.
Los estrenos los daban los sábados y domingos. Una película que si dieron en Godeken y no pude ver fue “Boquitas pintadas” porque era prohibida para menores… me dio mucha bronca no poder ir (había escenas fuertes de sexo).
Una hazaña fue entrar en el cine Heraldo de Rosario siendo menor de edad. Iba con mi vieja, fuimos a ver “Kramer vs. Kramer”, era prohibida para menores de 18, para colmo no tenía el documento, lo había perdido, lo que llevaba era un papelucho que me dio el juez de Paz de Godeken donde constaba que el DNI estaba en tramite de renovación.
Me salvo que el cana vestido de civil que pedía documentos, leyó mal y tomo como fecha de cumpleaños la que el juez había colocado como inicio de trámite (unos meses atrás).

Tener “SexHumor” y “Humor y Juegos”, podía ser peligroso ya que eran publicaciones de la misma editorial de la revista Humor y esa revista era un oasis de libertad para el momento represivo que se vivía, era un peligro ideológico; pero yo aún era inconsciente de todo eso y los miliquitos que nos arreaban como vacas de un lado a otro de la estación, no creo que supieran mucho de publicaciones políticas.
Llegamos de noche. Nos bajaron del tren en medio de la nada y corrimos hacia unos galpones pobremente iluminados, bastante alejados. Nos designaron una cama y a dormir.
Al final supe que estábamos en el CIFIM, Centro de Incorporación y Formación de Infantes de Marina, en La Plata. A la mierda, nada de viajar en barcos. Infantería de marina = tierra. Que macana, ahora que tenía la posibilidad de cumplir algunos sueños… nada. ¿Cuándo tendría la fortuna de viajar a lejanos lugares siendo un pobre miserable?.
Pero… no todo estaba perdido. En ese lugar (horrible lugar) estuvimos alrededor de un mes y medio, lo sufrí bastante, pero… había que hacerse hombre. Cierto día, en medio de órdenes y gritos nos entregaron un papel para elegir el destino donde pasar y sobrellevar el próximo año. ¡Ahí estaba mi nueva oportunidad!...


El SUR.
TIERRA DEL FUEGO.



En ese momento supe que existía Río Grande. O era un boludo, o no se tenía mucho conocimiento en general que además de Ushuaia, en Tierra del Fuego había otras poblaciones.Llegamos de noche. Bajamos del avión y “el sur” nos recibió con un viento poco amistoso acompañado de frías gotas de lluvia. En realidad, en mi imaginario el sur era eso: viento, lluvia y frío. Era octubre y se suponía que las nevadas habían pasado, sino, claro que también estaba incluida.
En el batallón y a las corridas, nos metieron en un galpón repleto de cuchetas desordenadas, nos dieron una frazada y a dormir que era tarde.
Seguramente dormimos algunas horas, pero a mi me pareció poco cuando nos levantaron y, otra vez a las corridas, nos sacaron del lugar llevando en cada mano, toalla, jabón, dentífrico y cepillo de dientes.

En el baño, similar al que conocíamos en La Plata, meamos a las corridas, nos lavamos la cara a las corridas, nos cepillamos los dientes a las corridas, y a las corridas nos llevaron al comedor a desayunar algo caliente con dos pancitos calentitos recién hechos. También a las corridas nos sacaron del comedor, a las corridas nos llevaron al galpón donde habíamos dormido y de repente, todo se calmó.
Afuera empezaba a aclarar y sin darnos cuenta empezamos a descubrir el lugar que nos rodeaba. Al salir, con un sol naciendo, lo primero que vi fue el mar. Lo reconocí enseguida. Nadie me lo presentó, allí estaba esperándome. Miles y miles de años esperándome. Seguramente si Eduardo Galeano hubiese escrito El libro de los abrazos antes de este momento, estaría repitiendo lo que el hijo de Santiago Kovadloff, Diego, le dijo sobre las cumbres de arena, frente a esa inmensidad y ese fulgor: Ayúdame a mirar! . Por favor que alguien me ayude a contemplar todo ese azul verdoso.
Todo este sacrificio físico y psicológico que venía soportando como un “hombre” tenía su pago. El mar. Y allá, del otro lado… como nubarrones negros deformando el horizonte me decían que estaban las montañas, el fin o el principio de la cordillera de los Andes. Sí, me había pasado cuando estaba llegando a Córdoba, parecía tormenta y poco a poco fueron mostrando lo eran. Montañas. Esas son las montañas de Tierra del Fuego. Están lejos, pero están. Yo las quería ahí, a mano, quería estar entre el mar y la montaña, tenerlos cerca, tocarlos a la vez…pero el mar estaba a unas cuantas cuadras y las montañas como a cien kilómetros. Pero se hacían sentir profundamente. Esa felicidad se la relate a mi vieja en la primer carta que le mandé, en ese mismo momento, sentado en la tierra, bajo el sol del sur que calentaba por primera vez mi espalda: estoy en Tierra del Fuego, a mas de 2000 km. de casa: ¿viste que los sueños se cumplen?.




La primer salida del batallón lo hice de riguroso traje de gala. Los zapatos brillosos. Los botones dorados brillando gracias a la acción del "Brazo". Afeitado al ras y bajo la mirada puntillosa del cabo de guardia que tras pasar la prueba del papel sobre el mentón, dió el visto bueno y a recorrer el pueblo. Lo primero fue ir a la orilla del mar, pero la desilusión fue enorme. El mar no estaba, había solamente metros y metros de arena oscura mojada, tapizadas de algas... a lo lejos casi en la linea del horizonte se veían las suaves olas plateadas del pacífico océano Atlántico.







Luego vinieron las salidas "de civil" con la ropa que me prestaba el Gringo Foschiatti hasta que pude comprarme algo decente, ya que la ropa con la que me había presentado en la estación Rosario Norte se había desgarrado en los "bailes" de los primeros días del CIFIM.











No creo que la colimba me haya hecho más hombre. No se es un buen hombre cuando se tiene que robarle a otro compañero algo para que el taquillero este completo cuando los milicos pasen revista. Para que estén los dos calzoncillos, la toalla de mano y la de baño, el jabón, el betún de las botas, la camiseta manga larga y la manga corta … Recién llegados, ropa nueva… los veteranos se hicieron la fiesta con los “colitas” y nosotros, los “colitas”, como desesperados pelándonos por un calzoncillo mugriento o una lata vacía de betún…
-- ¿Ya lo terminó al betún, milico, que hizo… se lo comió? … carrera marrrr, cuerpo a tierra !!!...
Y siempre había una razón para que nos lleven al fondo de la cuadra y organizar un "baile" donde los veteranos nos rodeaban a los "colitas" y entre arriba-abajo-cuerpo a tierra, aparecían las piñas, las patadas, cabezazos y empujones. Era una diversión golpear al otro y muchos se divertían bastante.
Terrible fue la diversión organizada para enseñarle al flaco cordobés que era ser un buen milico. El flaco venía a la compañía "Nacar", la mejor compañía de tiradores, castigado por no se que macana realizada en la cocina de la casa del Comandante, donde hasta ahora estaba designado. Claro, allí seguramente la pasó muy bien todo este tiempo, pero ahora venía a la "Nacar" y ahora si, iba a conocer el rigor. Esa tarde uno de los tantos cabos de mierda que había en la compañía nos largó a todos sobre el flaco: carreramarrcuerpoatierrasaltoranaydemasboludeces... muchos se le fueron encima y lo golpearon muy fuerte. De ahí en mas fueron casi diarias las agresiones hasta que el flaco dijo basta y una noche en que la compañía estaba de guardia, el cordobés, encerrado en el baño, se pego un tiro de fusil que le rozó el corazón. Por suerte se salvo.
Que bueno que se termino con esa obligación estúpida. Ese extraño "hacerse hombre", dictado por dudosos e inescrupulosos maestros.






Pero no fue todo tan malo.


Un día de diciembre, salimos del batallón diez colimbas acompañados por un cabo segundo, subidos a un camión repleto de pertrechos y materiales de albañilería rumbo al lago.
¡Que intriga!. Mas de una hora de viaje sin ver el paisaje, a los saltos por una ruta 3, de ripio todavía, llegamos a la cabecera oeste del lago Fagnano. Que belleza. El claro sol del mediodía reflejándose en la inmensidad de ese lago
bordeado de verdes montañas, y nosotros allí, descargando el camión que debía volver al batallón. Con un cabo segundo pelotudo, rompiendo ese maravilloso sonido de la naturaleza con gritos inútiles para que nos apuremos, chillando órdenes innecesarias por el solo hecho de demostrar su superioridad, sin darse cuenta que ese paisaje, con ese sutil chillido de pájaros y el silbar del viento lo dejaba como un soretito de oveja, oloroso y mugriento…



No se si en ese momento supe o pude disfrutar de ese lugar, ahora si con el agua a un lado y la montaña al otro… pero sí, seguí confirmando la pobreza de espíritu, la pobreza de humanidad de esos tipos vestidos de verde con tiras en sus mangas y escandalosos gritos en sus gargantas.

Años después pude comparar la belleza del mismo paisaje, visto con ojos mas experimentados
y con la libertad de cuerpo, mente y sentido.







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