martes, 22 de junio de 2010












Blhoja 031 . TIERRA DEL FUEGO 2000 – USHUAIA 2


Fin del mundo.
Fin del siglo/milenio.
Fin del viaje.
Fin de la guita.
Caminar.
En la combi que nos llevo desde el puerto hasta el Parque Nacional Tierra del Fuego, éramos cuatro además del chofer. Osvaldo, yo y una chica y un pibe que sentados separados daban la impresión de no conocerse.
Se detuvo en el medio del camino y descendimos, vimos que ellos hicieron lo mismo.
El pibe no tenia la menor idea de donde estábamos, la chica al igual que nosotros habíamos seguido el consejo de la empleada de turismo que nos atendió en uno de los puestos en la ciudad.
Casi diez kilómetros de caminata por el bosque costero. Penetrar en ese silencio fue alejarse del mundo. Después de una marcha a modo de introducción, llegamos a un camino que a pocos metros finalizaba en la Bahía Ensenada. Allí el viento golpeaba fuerte y agitaba las aguas del Canal de Beagle. En frente de la bahía esta la isla Redonda y al fondo, al final de las aguas, la costa chilena. Encontrar la senda fue fácil y seguirla también, salvo en algunos tramos que se hacía confusa pero estacas amarillas y marcas en los árboles nos guiaron hasta el final. El mayor recorrido lo hicimos sobre la costa, con paisajes espectaculares y algunas aves.
Para mi fue una experiencia similar a los cuentos de bosque que me contaban de chico, sin migas de pan, sin lobos ni canastos, sin ladrones y perseguidores, pero con la expectativa y el candor de llegar al final feliz.




La otra caminata fue en ascenso.
La cadena Martial rodea por el norte a Ushuaia y es el fin de la cordillera de los Andes territorial. En su cúspide mas alta se encuentra el Glaciar Martial punto de arribo de todo aventurero. Se llega por un camino sinuoso que va dejando atrás a la ciudad hasta la base de una pista de esquí, de unos mil metros. A un costado una aerosilla que solo funciona en invierno. Y un bosque frondoso acompaña unos metros mas arriba del final de la pista y la cabaña andina. Luego el sendero marcado sobre la roca bordeando un arroyito de agua de glaciar. Por momentos es muy empinado y cuesta seguir, pero con un breve descanso se retoman las fuerzas y el deseo de tocar esa masa helada que parece estar allí nomás. Tres horas y media tardamos en llegar al punto mas cercano del glaciar. Faltaban unos pocos metros, pero fue imposible llegar. El fuerte sol de febrero, estaba derritiendo el hielo que mojaba toda la roca haciendo el ascenso muy resbaladizo.
No importo no llegar al hielo. Importó haber hecho la travesía. Importó la vista majestuosa del Canal de Beagle abriéndose a mis pies. Importó que ese lugar del mundo, no alto en comparación a otras cimas, con su soberbia inobjetable, me izo comprender, lo creídos que a veces somos, lo poco que somos ante ese poder silencioso.




Ya me voy.
Dejo el paraíso.
11 de la mañana del 16 de febrero del 2000. Estoy alcanzando el final del viaje. Solo queda llegar a Río Grande y subirme al Aerolíneas Argentinas rumbo Buenos Aires y de allí un bus a Rosario. Y se viene inesperadamente el último flash de mis viejas fotos del sur. Rondaba y rondaba la imagen de un avión acercándose y yo mirando a través de unos ventanales, pero no sabía en que parte de mi memoria ubicarla, hasta que cuando llegó el avión y salio de la pista para entrar a la playa donde abordarlo, yo estaba en la planta alta del edificio, en el bar, en el mismo lugar que lo vi aquel año de 1982, cuando dejaba por primera vez Tierra del Fuego. Así que esta segunda vez, y como dice el dicho, auguraba una nueva partida, en un futuro próximo o lejano, pero una tercera vez al fin.








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