lunes, 4 de enero de 2010











Blhoja 009.TEATRO PARA VIVIR

Mediados del ´92
Con Osvaldo habíamos viajado a Buenos Aires a pedirle a Enrique Pinti que nos de una obra para chicos. Como si nos conociéramos de toda la vida fuimos al teatro (en ese momento estaba en el Liceo) y en boletería pedimos hablar con el. Claro que nos dijeron que no, pero nos dieron el teléfono de su representante.
Tras concretar un encuentro fuimos para la zona del Abasto (todavía no lo había agarrado Menem para convertirlo en el Shopping). Nos dijeron que tenían en ese momento una sola obra, tómenla si quieren y chau. Eso si, le tienen que pedir permiso a Carlos Nuñez Cortes (el Les Luthiers) porque de él era la música. Salimos de allí, primer teléfono publico y Nuñez Cortes que no había ningún problema que pasemos a buscarla. No, no podemos nos tenemos que volver a Rosario, mandamos a una amiga.
Allí fue Mabel y nos llamo enloquecida que Nuñez Cortez la recibió en su casa y mientras le grababa la música en un casete, le cantaba las canciones, chochisima con la serenata privada de una “musicabuenísimayalavanaescuchare ltipoesbarbaroy no se cuanto mas…”.
La cosa que después de un frustrado intento a fines del ´92 nos empezamos a reunir y para mayo del ´93 teníamos la obra lista con una producción muy importante, un vestuario lujosísimo, una escenografía del titiritero Jorge Nieto (que lo tengo que nombrar sino me corta el saludo, y el saludo de Jorgito es muy importante) con la dirección del maestro Mirko Buchin.

Hacía mucho tiempo que no disfrutaba del trabajo.
Y si, en algún momento disfruté el trabajo, fue de pibe… me recuerdo limpiando el patio de casa, cortando yuyos, acomodando tierra, limpiando la canaleta de desagüe y escuchando a Quique Pesoa en la mañana de LT8 haciendo bailar a doña Rosa al ritmo de salsa.



Si bien no comparto la idea de que el trabajo es salud, esta vez el trabajo de Bizcochuelo fue muy saludable. Pase abril sin la puta depresión que la fecha me traía . Este año ni me acordé de Malvinas. Algo mas importante que el recuerdo del pasado me estaba ocurriendo, disfrutaba del presente.
Sorpresa: en Julio fuimos elegidos para representar Rosario en le festival de teatro que organizaba la Asociación Argentina de Actores en Mar del Plata.



Como veníamos con un éxito de público muy importante, teníamos guita ahorrada así que agarramos todo y nos subimos a un colectivo que alquilamos exclusivamente. Actores, técnicos, ayudantes y algunos familiares partimos para Mardel.


Fue un viaje muy divertido. Mates, chistes y cantos. Estábamos eufóricos y con muchas ganas de mostrar nuestro arte. Corazón de Bizcochuelo en la cartelera de Mar del Plata, por tres días y en invierno, algo así como el éxito.







Esa noche fui a ver el mar. Nunca había estado tan cerca de noche. Me metí en la escollera y me senté con la ciudad a mis espaldas. Estaba con mis compañeros. Y disfrutábamos de la inmensidad de la oscuridad. Pero cunado quedé solo, apenas iluminado con las pálidas luces que llegaban de la costa, me asuste. Presté atención a una pequeña luz que titiló unos instantes en el centro de la oscuridad, supongo que allí estaba la línea del horizonte, una vez que desapareció sentí que esa impecable negrura me atraía. Fue un instante de terror, el corazón me latía muy fuerte. Supe de mi pequeñez. Corrí hacia el grupo bochinchero y me sume a su alegría. No me atreví a mirar atrás.






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