sábado, 17 de septiembre de 2011












Blhoja 054. FRAGMENTOS DE LA PATAGONIA 
REBELDE







“Vamos a reproducir la poesía El Héroe, obligado recitado de cuanto reunión filodramática se hiciera. Fue escrita por Fernando Gualtieri en octubre de 1924 y tuvo vigencia durante más de una década. Es una curiosa pieza poética, tal vez sin valor literario alguno, pero con gran fuerza de reminiscencia de toda una forma de sentir, de toda una forma de expresarse. Esta poesía fue recopilada, verso a verso, por Huri Sosa de Portela, directora de la escuela primaria de Los Antiguos, Santa Cruz, quién la escuchó en boca del anciano Gabino Pérez, en 1972. El viejo criollo la recitaba y cantaba acompañándose de guitarra. Cincuenta años no habían hecho mella en su memoria.







EL HEROE

I
Cuando un pueblo se ve sojuzgado
Bajo injusta y brutal represión
Surge entonces el bardo, y altivo
Canta y grita su nueva canción.
Ved aquí lo que canta uno de ellos
Que se siente zaherido a su vez
¡Es un grito potente y salvaje
Que condena y demuestra altivez!

II
En lejana región argentina,
--Vasto y gran territorio del Sur—
En mil novecientos veintiuno
Una huelga estalló en Santa Cruz.
Desde allí se extendió velozmente
Como pólvora ardiendo sin par,
Y bien pronto ese gran continente
Convirtiese en Vanguardia social.
Una sombra de miedo, de duda,
Delineóse en el campo burgués,
Y con pánico alzaron el grito:
‘¡Humillaron el patrio pavés!’
Y fue cuando, con gestos airados
Los eternos creadores del Mal,
Congregaron sus huestes malditas
Inspiradas en trágico plan.

III
Bajo el mando de Héctor Varela,
de esta inhóspita y gran Capital,
Mil soldados partieron ufanos
Con un aire solemne y marcial.
Y llegaron allí donde muchos
Proletarios repletos de afán,
Con la huelga, que es arma potente,
Defendían su mísero pan.
Emboscadas, traiciones, violencias,
--Que es la norma del buen militar—
Fueron armas corrientes que usaron
Los que iban el fuego a apagar.
Sin tener la noción de lo bello.
De lo grande, del grato vivir,
Por contraste, por gusto malvado,
El soldado ya imita a Caín.
Y los máuseres pronto escupieron
Su mortífero plomo infernal,
Raleando las filas obreras
Con cinismo y con saña bestial.
Muchos pecho velludos, valientes,
Que albergaban un mundo de amor
Fueron blanco del arma infamante
Que el estado al soldado le dio.
Y cayeron, cayeron a cientos,
A doscientos, quinientos, a mil,
De esos hijos de madres ancianas,
De esos padres de algún querubín.

IV
¡Cuánta infamia el Estado comete!
¡Cuánta sangre, sin fin, derramó,
¡Desde tiempos, remotos, lejanos,
De que el orbe a girar comenzó!
El milico es el ser mas innoble,
Mas infame, vicioso y cruel,
Y su escuela es escuela del crimen
Y su cátedra, diaria, el cuartel.
No trabajan, no aman, no ríen,
No disfrutan de bella expansión
Pues acatan (sumisos esclavos)
Disciplinas que impone el mandón.
Y es por eso que todo soldado
Se convierte en verdugo, en blandón,
En azote y tirano del pueblo,
¡El bombero de la rebelión!
Y es así que con mano de hierro,
Cual herrero que forja una cruz,
Sin piedad, intentaron, la Idea,
Maniatar con el hombre, en el Sur.
¡Vano empeño, repito; la Idea
No la mata la voz del cañón.
Puede el hombre morir fusilado,
Como fue fusilado Ferrer,
¡Mas la Idea, que es Dios impalpable,
No se anula ni muere con él!

V
Aquí cráneos hundidos, deshechos
Allá pechos que daban pavor,
Sangre y ayes, sollozos, quejidos,
¡Por doquiera imparable el dolor!
¿Quiénes fueron causantes del crimen
Pavoroso, siniestro y brutal,
Que allá lejos, bien lejos, ¡muy lejos!
Tuvo escena con saña infernal?
La respuesta es concreta y sencilla:
Todo aquel que ha mandado y poder,
Es directo y real responsable
De ese bárbaro crimen de ayer.
Mas de un año de lucha cruenta,
Mas de un año la caza duró,
Y se sabe que el sable argentino
Mil quinientas cabezas segó.


VI
¡Qué contraste! Mirad, ¡qué contraste!
Un ejército que contendor,
¿Es posible que anule al contrario,
Sin que muera un soldado, señor?
¿Es posible que caigan mil hombres,
Mil obreros en lid desigual,
Sin herir ni siquiera un soldado
Que responde a la fuerza estatal?
Es bien claro que lucha no hubo…
Que hubo crímenes solo a granel,
Masacrando a indefensos hermanos
Por mandato de un vil coronel.
Y es entonces que vuelven los héroes
Triunfadores a la capital,
Coronados de lauros sus sienes
Y borrachos de instinto bestial.
Y recibe Varela, el teniente,
Que lidió por el patrio pavés,
Los saludos y aplausos cordiales
De Irigoyen, Elpidio y Carlés.

VII
Mas un Hombre, un Valiente, un Hermano,
Un  buen hijo de acrática fe,
Se indigno por el crimen sin nombre
Que sufrió todo un pueblo con él.
Y se dijo a si mismo: el que mata
Sin que causa por ello medió
¡No es posible que siga viviendo!
¡No es posible que viva entre nos!
Y así fue que una vez, y dos veces
Y tres veces, y cuatro también,
Apostado, paciente y tranquilo,
Aguardaba al brutal coronel.

VIII
Veinticinco de enero. Mañana.
Una calle silente. El sol
Majestuoso ya asoma. Varela,
Comparece con vago temor.
Su conciencia le grita: ¡tirano!
¡Asesino! ¡Ladrón! ¡Criminal!
Y temblando, temblando de miedo
Ya no anda como antes, marcial.
Y de pronto, gallardo, elegante,
Bulto esférico, el aire cruzó…
…¡La justicia anhelada se a hecho!
¡Kart Wilckens la afrenta vengó!
Todo el pueblo argentino sintiese
Libre al fin de una mancha tenaz,
Que embargaba su espíritu noble
Y humillaba su pálida faz.
Mas el héroe de aquella jornada
Que cargóse a si mismo la cruz,
Cayo herido también por la bomba
Que llenó el horizonte de luz.
Aguantó, como un Cristo, la befa,
El insulto y la mofa oficial,
Y tranquilo, sereno y dichoso,
Soportó todo el odio estatal.
Y la ley, esa ley del embudo
Que no daña al que es dueño y señor,
Cayó encima de quien mató a uno,
Respetando al que a mil fusiló.
Internado en la cárcel, el héroe,
Soportaba en su carne el dolor,
Y esperaba, esperaba paciente
La condena inhumana y atroz.

IX
Diez y seis de junio. De noche.
Densas sombras. Sin luz la Prisión.
Un reptil ponzoñoso resbala
Por las losas de aquella mansión.
Llega junto a la celda de un hombre
Fatigado, tranquila la faz,
Descansaba en segura tarima
Transportado en un sueño de paz.
Transponiendo el umbral de la celda,
Se adelanta y retumba su voz:
‘¿Eres tú, Kurt Wilckens, el reo,
Que el honor nacional mancilló?’
‘He vengado –responde el herido—
Una infame y brutal represión…’
Y la frase se queda inconclusa,
Pues un tiro en la celda sonó.
Y aquel Cristo, aquel héroe, aquel bravo,
Otra vez su cabeza dobló,
Pues la bala homicida y cobarde
Destrozóle su gran corazón.
Un clamor pavoroso, en el pueblo,
Despertase al saber la verdad,
Pues ansiaba tener en sus manos
A ese infame Pérez Millán.

X
¿Quién armó a esa mano asesina
Que tan bien su mandato cumplió?
¿Fue su propia intuición  patriótica
O mas bien de instrumento sirvió?
No. No hay dudas, Kurt Wilckens, con vida
Para el pueblo, era astral esplendor,
Era emblema, bandera, justicia,
¡Era todo un calvario de amor!
Y es por eso que el Clero, el Estado,
Militar, inclusive el burgués,
¡Conjuráronse y armaron la mano
de un imbécil e idiota a la vez!
Y así fue. Dos figuras nos quedan:
¡Kurt G. Wilckens y Pérez Millán!
¿Quién está con el noble altruista?
¿Quién se queda con Pérez, el can?

XI
¡Noble pueblo argentino! Tu frente
Que bien limpio de afrentas quedó:
Que con sangre su altruismo pagó!
¡No lo olvides! Medita en el gesto
De ese mártir que tuvo otro igual:
Aquel noble Simón Radowitzky
Que aún vegeta en la Tierra infernal.
Son dos héroes, dos grandes, dos nobles,
Dos estrellas de claro esplendor,
Que trazaron caminos felices,
Con dos bombas cargadas de amor. “














La Patagonia Rebelde
Osvaldo Bayer
Edición definitiva 2008

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