sábado, 22 de mayo de 2010












Blhoja 028.TIERRA DEL FUEGO 2000 – RIO GRANDE

Porvenir es la capital de la provincia de la Tierra del Fuego chilena. Ubicada en la bahía Karkamke (voz selk´nam que significa aguas bajas) o bahía Porvenir, fue fundada en 1894. Llegamos en un bus que tomamos en la bahía Chilota, donde desembarcamos del trasbordador que nos trajo desde Punta Arenas. Luego de 5km llegamos a lo que me pareció una pequeña aldea con nombre esperanzador, quizás para desafiar a ese páramo en el medio de la nada. Nada, si es que se le puede llamar así a un ondeado paisaje minimalista de verdes opacos y bañando por un Estrecho de Magallanes que a simple vista no tiene la complejidad panorámica de un Lago Argentino con su imponente Glaciar Perito Moreno, o una cordillera de los Andes con sus múltiples formas y colores. En “esa” nada, el viento incansable limpia y ensucia las calles del poblado; sacude los pastizales, duros a fuerza de su terco aporreo; agita las aguas del Estrecho, que a esa altura se confunden en pertenecer a las del Pacífico o a las del Atlántico. También se confunden los territorios, aquí Chile, aquí Argentina. Pero descubro que algo los diferencia: allá quedó el polvoriento camino de ripio, aquí comienza la serena línea de asfalto de la ruta 3. La famosa Ruta Nacional 3 que recorre el sur argentino sobre la costa atlántica, desde la ciudad de Buenos Aires hasta la Bahía Lapataia, confín del territorio nacional en la Tierra del Fuego.
Pasamos la estación fronteriza y luego de unos kilómetros aparece una imagen conocida, el inconfundible peñasco del cabo San Sebastián. Las puertas que se abrieron en el Estrecho de Magallanes comenzaban a mostrarme territorio conocido. Las aguas del Atlántico se acercaron a la ruta y yo pendiente, junto a la ventanilla del bus, de encontrar lo que sabía que llegaría en cualquier momento, entre la ruta y la costa un cementerio. Ahora estaba distinto o creía recordarlo distinto. No estaba rodeado de una cerca de cemento como veía ahora, sino que rejas de hierro oxidado, en partes caída, bordeaban el antiguo cementerio Ona y en frente, cruzando la ruta, la Misión Salesiana. Siendo colimba hacía eso, co-rría, lim-piaba, ba-rría… pintaba, hacía un jardín, emparchaba paredes, arreglaba caminos o senderos… Allí había estado hacía 18 años. Mientras esperábamos el Mercedes que nos fuera a buscar para llevarnos al batallón, luego del arduo día de trabajo, recorrimos el museo aborigen y caminamos hasta el cementerio Ona, que ahora estaba rodeado por esa cerca de cemento pintada de blanco. O la Misión había crecido mucho, o el recuerdo alteraba el espacio.
Me sorprendió la ciudad de Río Grande, ya no era el pequeño poblado de unos diez mil habitantes, con casas bajas y calles mayoritariamente de tierra. Ahora era una gran ciudad de cincuenta mil habitantes que había crecido raudamente en los ´80 democráticos, gracias a la instalación de empresas, principalmente de electrónicos y electrodomésticos, aunque en estos tiempos se veía alicaída por el desastre económico que provoco el menemato durante los ´90 en la industria nacional a causa de la salvaje competencia con los productos importados. De igual forma la ciudad seguía y sigue siendo un polo de atracción laboral y es una de las mas pobladas del territorio austral, superando a la capital de la provincia, Ushuaia.
De la oscura población que conocí colmada de militares y sus verde oliva, jardines coloridos ocupaban ahora interminables senderos en avenidas y plazoletas. El mar seguía alejándose cientos de metros y dejando un bañado con diferentes conchas y algas. El edificio de Aerolíneas en el que soñábamos conseguir un pasaje para el norte, seguía siendo blanco con techos a dos aguas pintado de azul, pero ahora con el letrero de Austral. Lo que en otro momento fue una oscura empalizada que aislaba de la población al enorme terreno que ocupa el Batallón de Infantería de Marina Nº 5, ahora estaba reemplazada por muros de distintas formas, pintados en colores pastel, ingenuos y maricones, ligándolo a la ciudad. Ya no era la madriguera de machos marciales y patrióticos. Ya no era el Batallón heroico reconocido por las fuerzas inglesas como el mas feroz contrincante en Malvinas. Solo quedaban oscuros edificios con algunos militares y muchos fantasmas y un enorme terreno silencioso y estéril.
Busque y busqué lugares y recuerdos. Y vi mi fantasma. Y vi el fantasma de muchos queridos que hacía mucho que no veía, y de queridos que nunca más volvería a ver. Y vi malos fantasmas que no querría verlos nunca más. Recorrí esas cambiadas calles y encontré esos lugares y encontré esos recuerdos.
Algunos estaban iguales.
Otros por suerte, estábamos distintos.







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